martes, 20 de diciembre de 2011

ESMORNIARSE

La abuela de Esther le dijo un día en Santibáñez: "No te escarrinques al árbol, que se finca la rama, te esmornias y manas sangre". Un auténtico  compendio de localismos ante los que aquella niña, que solo iba al pueblo en vacaciones y puentes, bien pudo haber colapsado. Pero no, porque ella ya sabía lo que era escarrincarse y entendía que allí las cosas que se levantaban bruscamente en realidad se fincaban.
Para saber qué significaba esmorniarse, ni entonces ni ahora podría haber recurrido a la RAE. Tampoco a Google, que se empeña en convertirlo en “desmoronarse”, privando a este eufónico término de su evocador halo de peligro.
En Santibáñez y en la vecina Brime esmorniarse significa caerse, golpearse y provocarse una herida sangrante. Con razón la abuela de Esther, ante el atrevido malabarismo de la pequeña trepadora, preveía algún tipo de manantial…


martes, 22 de noviembre de 2011

CHAPISCAR


¡¡¡Quitaaaaaaaaaaa, que chapiscaaaas!!!, nos gritábamos con vehemencia cada vez que alguno  aprovechaba la lluvia y las katiuskas para torturar al de al lado saltando alegremente sobre los charcos.

Ahora que viene el invierno y la moda nos devuelve las célebres botas de agua (reinventadas,  eso sí) nos detenemos en el onomatopéyico “chapiscar”, que naturalmente no está en el diccionario de la RAE pero sí en el de Santa María de la Vega y otros palabreros vecinos.

Chapiscar, que en Brime y alrededores significa “salpicar”, también se usa en la cercana Maragatería; con pequeñas variaciones (charpicar, chapicar, chapuscar) en Burgos o en Extremadura, según Definiciones.org, y según Wikirioja es sinónimo de “adivinar o entender con rapidez” en Cervera del Río Alhama.

Crucemos el charco hasta el ardiente Brasil, donde significa “cubrir una pared con revoco” y también otras cosas más mundanas y sugerentes, como “apostar sin jugarse mucho” o “quemar cannabis”, generalmente en un cigarro. Allí existe la  expresión “dar uma chapiscada”, más o menos lo mismo, sin necesidad de traductor, que “João chapiscou a Carla”. Esto explica que la amistosa @chapiscar eligiera este curioso nick para  estrenarse en Twitter.


viernes, 4 de noviembre de 2011

ESCARRINCARSE

“Escarrincarse”, aunque pudiera parecerlo, no figura en los diccionarios de euskera. Tampoco en el de la RAE, aunque sí aparece en los numerosos palabreros y listas de localismos que otros nostálgicos del terruño han alumbrado en Internet.
Cuando éramos pequeños,  los más ligeros “se escarrincaban” por un árbol mientras el resto admirábamos su valentía desde el suelo. También podían “escarrincarse” por una de esas tapias de tierra prensada que con frecuencia separan lo público de lo privado.

“Escarrincarse” es, en definitiva, trepar, ascender por superficies de difícil acceso. Aunque la conexión Calzadilla dice que en su pueblo equivale a “escolingarse”, esta palabra, que tampoco recoge la RAE, significa en la Red descolgar, balancearse mientras se está colgado de algo.
Lo que solía pasar en Brime es que el que “se escarrincaba” terminaba “escolingándose”…

lunes, 24 de octubre de 2011

BUENOSDÍASNOSDEDIOS


Si tuviera alguna destreza con el lápiz haría una tira en rústico para esta entrada. Pero eso se lo dejo a los que saben (Montao de jamón) y yo ilustraré con palabras cómo podría ser el típico encuentro mañanero entre dos habitantes de Brime de Sog.
Buenos días.
Buenosdíasnosdedios.
¿Descansaste?
Bien, ¿y vosotros?
Bien, gracias.
Por encima de los 60, todo al margen de este extendido uso social queda fuera de la elemental cortesía. Con suerte se escucha un “¿descanseste?”, la sublimación del localismo mañanero.




viernes, 14 de octubre de 2011

BUSERA

La “busera”, en Brime, no es la señora que conduce un autobús, sino el excremento de la gallina. A este arrebato vienen también  la “caganacha” y  el “cadajón”, que responden, respectivamente, a las deposiciones de la oveja y del caballo.

La RAE no recoge ninguna de las tres, aunque sí admite “cagajón” como “porción de excremento de las caballerías”.

No era extraño pisar buseras cuando íbamos a quitar los huevos recién puestos, a veces aún calientes; tampoco era extraño sortear ríos de caganachas cuando al atardecer los rebaños atravesaban con dignidad las calles de regreso al redil. Y mucho menos ayudar en la trilla recogiendo en un caldero los cadajones cada vez que el caballo se aliviaba en su incesante girar sobre la paja y el grano.

Hoy quedan pocas gallinas, las ovejas no pueden circular por el pueblo y la trilla es sólo una exhibición veraniega y ocasional, orquestada desde las asociaciones  culturales para que los niños conozcan esa emblemática labor de la agricultura de secano. La que practicaron sus bisabuelos y disfrutaron sus padres, en una época en la que ir a trillar era nuestro único tiovivo.